El zurrón cantor.

El zurrón cantor.
Tres hermanos salieron a jugar al campo y de vuelta a casa pasaron por un lugar donde crecía un peral. Los frutos eran tan hermosos que no pudieron resistirse a probarlos. Subieron todos al árbol y empezaron a comer peras, y tan tranquilos estaban que no advirtieron como el sol se escondía tras el horizonte. De pronto, el mayor se dio cuenta que venía un viejo desconocido con muy malas pintas hacia ellos. -¡Que viene el hombre del saco! ¡Vámonos, que no nos pille! -Como dos rayos se bajaron los mayores y salieron corriendo, pero el más pequeño era más lento y se quedó rezagado a los pies del árbol. Al llegar, aquel desconocido, lo metió en un zurrón y amenazándolo con una garrota muy grande que llevaba le dijo: -Ahora te vendrás conmigo y vivirás en el zurrón. Cuando yo te diga «zurrón canta o te doy con la tranca» tú te pones a cantar una canción y yo pediré para que nos den limosna y podamos comer. Si no cantas te muelo a palos. –
Al día siguiente en la plaza de un pueblo, no muy lejos de allí, llegó el viejo con su zurrón cantor y congregó a grandes voces a los vecinos. Cuando hubo reunido a bastante gente a grandes voces dijo: – ¡Zurrón canta, o te doy con la tranca! – Y el pequeño, que lo había pasado muy mal se acordaba que sus hermanos lo habían abandonado en el peral cantaba de esta manera:

Malhaya mis hermanitos
que en peral me han dejado
y venido un pobre viejo
y en el zurrón me ha colado.

Mientras el niño cantaba, el viejo recogía lo que le daba la gente, y en cuanto llenaba la bolsa buscaba una posada donde comer y beber sin mesura. Al pobre niño sólo le daba agua y mendrugos de pan.
Pasaron por muchos lugares pidiendo y todo el mundo se acercaba a ver aquel zurrón mágico que cantaba solo Tan prodigioso era que no hubo vecino que no se pasara a ver aquella maravilla. Mientras, los bolsillos de aquel canalla se llenaban de monedas y el niño cantaba cada vez más apenado. Hasta que pasado un tiempo los caminos les llevaron a la aldea de la que era originario el pequeño. La función comenzó como de costumbre, pero esta vez faltaban algunos vecinos. Y es que los padres y los hermanos del desaparecido apenas salían de su casa desde el día que ocurrió la desgracia en el peral. Aquel día acudieron una docena de personas, pero una de ellas era una vecina de la familia que al escuchar la canción reconoció la voz del niño y la historia que contaba. Corrió a avisar a los padres que no tardaron en acudir armados con palos y de un garrotazo que le dieron al viejo en la cabeza hizo que soltara el zurrón y al caer al suelo se abrió y allí encontraron al pequeño. Aquel aprovechó que todos abrazaron al niño para salir corriendo y huir del lugar, pero allí quedó el zurrón y la bolsa llena de dinero. A partir de ese día vivieron felices y contentos, aunque no volvieron a ir a por peras. Y colorín colorado, este cuento, por la boquita se te ha colado.

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